Los muelles de la ciudad nunca habían sido un lugar particularmente seguro, pero por la noche solamente aquellos que tenían negocios que cerrar se aventuraban en ellos, como Bloch y su cliente, quien le había contratado por una cuantiosa suma.
Llegada la hora y tras un vetusto almacén de salazón, que olía peor que si hubieran dejado simplemente pudrir el pescado, aparecieron dos hombres de entre la sombras. El más alto de los dos iba obviamente armado pese a que intentaba ocultar el hecho con su voluminosa capa mientras el más bajo y corpulento llevaba ambas manos bien visibles y ningún puñal al cinto. Sin embargo, parecía claro que era el que mandaba.
Cuando estuvieron cerca ambas partes seguían manteniendo la distancia, estaba claro que la presencia de Bloch no era bienvenida, como podía deducirse de la mueca que el más bajo de los recién llegados le dedicó.
-¿Quién es este que te acompaña, Malik?
-Mi garante ¿no pensarías que vendría al puerto solo y desarmado como me habías pedido, verdad?
-Bueno, vayamos al grano ¿traes el oro?
-¿Traes tú lo que me prometiste?
El pequeño hombretón saco una bolsa de terciopelo de una de sus mangas y la exhibió, como intentando provocar una reacción en el comprador –puro pétalo de loto- a lo que el llamado Malik respondió mostrando otra bolsa –dos onzas de oro-.
Ambos dieron un paso al frente, dejando a distancia a sus acompañantes. Se comprobó el contenido de sendas bolsas y estas cambiaron de manos con presteza.
Realizado el intercambio Bloch pudo notar como las energías de la magia acudían al sombrío callejón. Era una trampa, como su muy cauto cliente había intuido. Las manos del traficante de artefactos empezaron a crepitar con fuerza y un arco eléctrico de gran potencia salió despedido buscando la espalda de Malik. Bloch actuó con serenidad, desplazando ambas manos en un gesto amplio. El relámpago no llegó nunca a su objetivo, se desvaneció dejando un fuerte olor a ozono y el traficante y su guardaespaldas huyeron tan rápido como les pudieron llevar sus piernas.
Bloch sonrió con aire de suficiencia, sólo conocía un único hechizo, pero mientras ni sus clientes ni los otros magos supieran ese pequeño detalle, podría seguir ganándose bastante bien la vida.
Detalles
Plano: Propio, aun por describir
Cartas usadas:Pétalo de Loto, Relampago, Contrahechizo
viernes, 9 de octubre de 2015
jueves, 8 de octubre de 2015
Esclavo
El mago les había engañado. Esta sencilla noción ocupaba la mitad de los pensamientos de Lysek y la otra mitad estaba dedicada a maquinar deliciosas formas de venganza.
Era el tercer invierno del tiempo del Ciervo Rojo, Lysek era el campeón de su clan, dos veces vencedor de la Gran Cacería y portador de más tatuajes de honor que nadie salvo los sabios de la tribu. Su vida era buena y sus esposas le habían dado ya seis hijos, de los que esperaba que alguno llegará a pasar las pruebas y ser un adulto.
Entonces llegó él. Un hombre del sur, de piel clara y largos miembros no, portaba armas y sin embargo había atravesado el bosque de Hlawt donde tantos guerreros perecían durante las Grandes Cacerías. Se presentó como Walser de Nut y les conto a los sabios ancianos una historia acerca de una búsqueda y un viaje.
Aquella noche se le ofreció hospitalidad según las leyes del clan, y el llamado Walser complació a los presentes con extrañas historias sobre las tierras de las que procedía, y sin embargó no reveló ningún detalle personal acerca de su vida o sus actos. Lysek sospechó que aquel hombre ocultaba algo desde el primer momento en que le vio pero ¿Quién era él para contradecir las decisiones de los sabios?.
Walser aun estuvo durante una luna entera disfrutando de la hospitalidad del clan, a veces partiendo hacia el norte vacío y volviendo cuando todos le creían muerto. Un hombre no puede hacer eso, el norte está vacío y solo el hielo y los muertos-que-no-están-muertos pertenecen a aquel lugar maldito. Y así fue que un día el hombre del sur volvió arrastrándose, sus ropas destrozadas, un ojo perdido y cargando algo envuelto en una pesada tela. Pero no vino solo, pues traía el mal pisándole los talones.
Del cruento combate contra los muertos Lysek recuerda como los hombres del clan iban muriendo uno a uno, cómo las zarpas muertas de aquellas criaturas buscaban el cuello y las entrañas de los vivos y a pesar de luchar como auténticos diablos el destino del clan y de la tribu entera terminaría aquel día. Pero no así para su campeón, para el dos veces vencedor de la Gran Cacería. Resignado a su suerte, con el cuerpo cubierto de heridas y cada vez con menos fuerzas para blandir su espada, miró a la muerte a la cara y se preparó para ser abatido. En ese momento un torrente de fuego y relámpagos calcinó al grupo de criaturas que le rodeaba.
Walser, el hombre del sur, el viajero, el que había conocido la hospitalidad del clan, era un mago, una aberración que debía ser destruida. Pero antes que Lysek lo ensartara, el mago descubrió el objeto que acarreaba consigo desde el vacío norte, un objeto que reflejó la imagen de Lysek y lo atrapó para siempre entre las carcajadas del mago.
Ahora lucha en las guerras de Walser, a sabiendas que su gente fue aniquilada. Pero algún día, y de esto Lysek está seguro, el poder del mago flaqueará sobre su voluntad, y entonces el bárbaro norteño planea vengarse con toda la furia de un enjambre de dragones. Mientras tanto espera, pacientemente, dejando que la presa se crea el cazador.
Era el tercer invierno del tiempo del Ciervo Rojo, Lysek era el campeón de su clan, dos veces vencedor de la Gran Cacería y portador de más tatuajes de honor que nadie salvo los sabios de la tribu. Su vida era buena y sus esposas le habían dado ya seis hijos, de los que esperaba que alguno llegará a pasar las pruebas y ser un adulto.
Entonces llegó él. Un hombre del sur, de piel clara y largos miembros no, portaba armas y sin embargo había atravesado el bosque de Hlawt donde tantos guerreros perecían durante las Grandes Cacerías. Se presentó como Walser de Nut y les conto a los sabios ancianos una historia acerca de una búsqueda y un viaje.
Aquella noche se le ofreció hospitalidad según las leyes del clan, y el llamado Walser complació a los presentes con extrañas historias sobre las tierras de las que procedía, y sin embargó no reveló ningún detalle personal acerca de su vida o sus actos. Lysek sospechó que aquel hombre ocultaba algo desde el primer momento en que le vio pero ¿Quién era él para contradecir las decisiones de los sabios?.
Walser aun estuvo durante una luna entera disfrutando de la hospitalidad del clan, a veces partiendo hacia el norte vacío y volviendo cuando todos le creían muerto. Un hombre no puede hacer eso, el norte está vacío y solo el hielo y los muertos-que-no-están-muertos pertenecen a aquel lugar maldito. Y así fue que un día el hombre del sur volvió arrastrándose, sus ropas destrozadas, un ojo perdido y cargando algo envuelto en una pesada tela. Pero no vino solo, pues traía el mal pisándole los talones.
Del cruento combate contra los muertos Lysek recuerda como los hombres del clan iban muriendo uno a uno, cómo las zarpas muertas de aquellas criaturas buscaban el cuello y las entrañas de los vivos y a pesar de luchar como auténticos diablos el destino del clan y de la tribu entera terminaría aquel día. Pero no así para su campeón, para el dos veces vencedor de la Gran Cacería. Resignado a su suerte, con el cuerpo cubierto de heridas y cada vez con menos fuerzas para blandir su espada, miró a la muerte a la cara y se preparó para ser abatido. En ese momento un torrente de fuego y relámpagos calcinó al grupo de criaturas que le rodeaba.
Walser, el hombre del sur, el viajero, el que había conocido la hospitalidad del clan, era un mago, una aberración que debía ser destruida. Pero antes que Lysek lo ensartara, el mago descubrió el objeto que acarreaba consigo desde el vacío norte, un objeto que reflejó la imagen de Lysek y lo atrapó para siempre entre las carcajadas del mago.
Ahora lucha en las guerras de Walser, a sabiendas que su gente fue aniquilada. Pero algún día, y de esto Lysek está seguro, el poder del mago flaqueará sobre su voluntad, y entonces el bárbaro norteño planea vengarse con toda la furia de un enjambre de dragones. Mientras tanto espera, pacientemente, dejando que la presa se crea el cazador.
En el Camino
El bueno de Tobías llevaba unas tres horas largas apostado en su rama favorita. Era una rama ancha y cómoda, bien rodeada de frondoso follaje y desde la que se dominaba el camino hacia la ciudad.
Muy en el fondo sabía que no estaba bien robar a los viajeros, pero que caray, el también tenía derecho a vivir y el trabajo de salteador de caminos se le daba realmente bien. Sólo era necesario tener paciencia, un escondite confortable y aptitud para la puesta en escena. Además, nunca hacía daño a los asaltados, bueno, casi nunca, pero uno tiene que mantener una reputación.
Un movimiento en el camino, apenas un borrón imperceptible en las lomas de la colina, le dijo a Tobías que la espera había terminado: Un viajero, solitario y sin escolta, su tipo de cliente favorito. Así pues esperó pacientemente a que el “afortunado” terminara de recorrer la distancia de la colina al árbol donde le esperaba.
-¡Ajá! -Profirió Tobías mientras de un ágil salto bajaba de la rama- ¡la bolsa o la vida viajero!
El viajero, un joven de no más de catorce primaveras, no pareció alterarse, observando a su asaltante con gesto tranquilo y con cierto fastidio en la mirada. Esto desconcertó a alguien acostumbrado al miedo en los ojos y a las súplicas de sus víctimas ¿Se habría olvidado de algún detalle? –se preguntó mientras repasaba mentalmente- No, estaba todo perfecto: cara embozada con su capa oscura, espada corta desenvainada y amenazante, entrada dramática y dicción perfecta.
-¡He dicho que la bolsa o la vida! –Insistió- ¡No quieras hacer esto por las malas!
-Por las malas –repitió el joven al tiempo que realizaba un simple gesto con su mano derecha.
Un destello, un gruñido y lo siguiente que supo el asaltante es que el polvo del camino sabía particularmente mal y que un animal grande y peludo gruñía subido a su espalda.
-Seguiré mi camino, si te levantas eres comida para lobos –advirtió el viajero-
Mucho rato después, aun tumbado en el suelo en mitad del camino y rezando a dioses en los que no había creído hasta entonces, Tobías levanto la cabeza y consiguió mascullar entre dientes: ¡Malditos magos!
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Detalles
Plano: Propio, aun por describir
Carta usada: Lobos de la Tundra
BONUS: Carta de Tobías, confeccionada con Magic Set Editor 2, usando una imagen encontrada en este ENLACE
Muy en el fondo sabía que no estaba bien robar a los viajeros, pero que caray, el también tenía derecho a vivir y el trabajo de salteador de caminos se le daba realmente bien. Sólo era necesario tener paciencia, un escondite confortable y aptitud para la puesta en escena. Además, nunca hacía daño a los asaltados, bueno, casi nunca, pero uno tiene que mantener una reputación.
Un movimiento en el camino, apenas un borrón imperceptible en las lomas de la colina, le dijo a Tobías que la espera había terminado: Un viajero, solitario y sin escolta, su tipo de cliente favorito. Así pues esperó pacientemente a que el “afortunado” terminara de recorrer la distancia de la colina al árbol donde le esperaba.
-¡Ajá! -Profirió Tobías mientras de un ágil salto bajaba de la rama- ¡la bolsa o la vida viajero!
El viajero, un joven de no más de catorce primaveras, no pareció alterarse, observando a su asaltante con gesto tranquilo y con cierto fastidio en la mirada. Esto desconcertó a alguien acostumbrado al miedo en los ojos y a las súplicas de sus víctimas ¿Se habría olvidado de algún detalle? –se preguntó mientras repasaba mentalmente- No, estaba todo perfecto: cara embozada con su capa oscura, espada corta desenvainada y amenazante, entrada dramática y dicción perfecta.
-¡He dicho que la bolsa o la vida! –Insistió- ¡No quieras hacer esto por las malas!
-Por las malas –repitió el joven al tiempo que realizaba un simple gesto con su mano derecha.
Un destello, un gruñido y lo siguiente que supo el asaltante es que el polvo del camino sabía particularmente mal y que un animal grande y peludo gruñía subido a su espalda.
-Seguiré mi camino, si te levantas eres comida para lobos –advirtió el viajero-
Mucho rato después, aun tumbado en el suelo en mitad del camino y rezando a dioses en los que no había creído hasta entonces, Tobías levanto la cabeza y consiguió mascullar entre dientes: ¡Malditos magos!
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Detalles
Plano: Propio, aun por describir
Carta usada: Lobos de la Tundra
BONUS: Carta de Tobías, confeccionada con Magic Set Editor 2, usando una imagen encontrada en este ENLACE
¡Empezamos!
En este mundo tengo pasiones y aficiones, y magic (el conocido juego coleccionable de cartas) es una afición que si bien no llega al rango de pasión (algo que merezca la pena dedicarle la vida), si me aporta muchos buenos momentos tanto jugando como compartiendolo con amigos.
Otra de mis aficiones es escribir, esta puede ser una pasión pero soy consciente que la calidad de lo que escribo y la constancia con la que me aplico no son suficientes (ni en cantidad ni en calidad) como para llamarme un apasionado escritor (aunque si lector).
Es por todo esto que para evitar oxidarme escribiendo y aprovechando una de mis aficiones más queridas inicio este blog, para compartir con vosotros historias salidas de mi cabeza basadas en el juego de cartas con él que tan bien me lo paso.
Un saludo, espero que disfruteis (o al menos no os espanten) las historias que voy a producir.
Otra de mis aficiones es escribir, esta puede ser una pasión pero soy consciente que la calidad de lo que escribo y la constancia con la que me aplico no son suficientes (ni en cantidad ni en calidad) como para llamarme un apasionado escritor (aunque si lector).
Es por todo esto que para evitar oxidarme escribiendo y aprovechando una de mis aficiones más queridas inicio este blog, para compartir con vosotros historias salidas de mi cabeza basadas en el juego de cartas con él que tan bien me lo paso.
Un saludo, espero que disfruteis (o al menos no os espanten) las historias que voy a producir.
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